Félix Álvarez, “A veces tengo el síndrome del impostor“
Poca Broma es una banda difícil de clasificar que canta para espantar los males. Al frente se encuentra el carismático Félix Álvarez, un músico versátil que ha hecho reír a más de una generación en su faceta de cómico y humorista. En esta entrevista Félix nos habla del efecto terapéutico que ha tenido la música en su vida, de su paso por la política, de esta nueva etapa musical que afronta y mucho más.
Escucha la entrevista completa:
–Hay gente que se sorprenderá al verte hoy aquí sentado, ya que te ubicará más en otras facetas. ¿Cómo acaba el mítico Felisuco como frontman de un grupo de música?
– Como una terapia. La historia de Poca Broma comenzó cuando acabé mi trayectoria política, en junio de 2023. No fue fácil salir de ahí. Se sale del fentanilo, o sea que también se puede salir de la política, pero no es fácil. Me junté con unos amigos en un local, empezamos a jugar con las guitarras, los teclados, la batería… Al principio hacíamos versiones y un día empezamos a poner sobre la mesa letras y música nuestra. Fue mi terapia, para escaparme y volver un poco a la vida común de los mortales. Y el nombre nace precisamente porque hicimos una versión de una canción de Sabina. Cuando acabamos dije yo, “Poca Broma cómo suena esto…” Y así, Poca Broma, Poca Broma, estamos con Poca Broma danzando.
– ¿Ha sido como dices una terapia o podríamos ir un paso más allá y decir que ha sido tu salvavidas?
– Me vale que me lo pongas como un salvavidas. Mi reinserción a la vida cotidiana fue complicada, sobre todo a nivel personal, porque a nivel profesional ya sabía yo cómo iba a acabar la historia. No había que ser muy listo. Pero a nivel personal fue bastante duro. Y sí, me agarré a la música, a la guitarra, a mis compañeros, les parasité el optimismo y la alegría que tenían de vivir de una manera corriente.
– El nombre de Poca Broma ironiza con tu perfil de cómico y humorista. ¿Cuesta más que te tomen en serio cuando has dedicado media vida a hacer comedia?
– Siempre he dicho que para mí no existe trabajo más serio que hacer reír. Es bastante más fácil hacer drama, porque todos tenemos dramas en nuestros recuerdos y si eres listo y rascas ahí es fácil llegar al drama. Pero hacer reír es bastante más complicado. Y para hacer comedia hay que ser muy constante, hay que estructurar bien lo que se quiere decir y cómo lo quieres decir.
Hay de todo en la viña del señor, pero cuando la gente te oye y te ve poniendo el corazón en todo lo que haces, te acaban respetando. Aunque sí es verdad que alguno dirá: ¿Qué hace este ahora metido aquí?… A veces tengo un poco ese síndrome del impostor, pero yo tocaba la guitarra mucho antes de que los que me criticaran nacieran.
– ¿Es más difícil hacer reír a la gente que sacar un proyecto musical adelante hoy en día, tal y como están las cosas en la industria musical?
– Sí, tal y como está la industria musical es muy difícil hacerse un hueco e intentar llegar a la gente. También es verdad que tienes una ventana de posibilidades que antes no existía, que son las redes sociales. Antes o entrabas a la radio a través de una discográfica o no había nada que hacer. Ahora las redes sociales te abren esa posibilidad de darte a conocer, pero, claro, somos cientos de miles los que nos gustaría que la gente escuchara nuestros temas, así que se convierte en un asunto complejo.
– ¿Se ha ido perdiendo el sentido del humor con el paso de los años o soy yo el único que siente que las personas están cada vez más susceptibles y crispadas?
– No, estamos en una época histórica de crispación absoluta. No hay nada más que mirar a nuestro alrededor o poner un informativo. Yo que ya tengo 58 años, peino canas. Siempre ha habido problemas, jaleos sociales, mediáticos… pero estamos ahora en un momento bastante más complejo. Y está también la cultura de la cancelación, esa falta de libertad de expresión para que la gente pueda decir lo que quiera. En un momento en el que también las redes sociales, por ejemplo, permiten que haya mucho imbécil al que nadie le pide su opinión, pero que la puede dar sin ningún problema. Es más, luego muchos imbéciles se juntan y hacen un rebaño de imbéciles… y se ponen a limitar la libertad de expresión de la gente. Es un momento especialmente delicado.
– Aute decía que cantar es la mejor manera de vivir en libertad sin hacer daño a nadie. Se asemeja la música en ese sentido al humor, por ser ambos dos altavoces muy potentes para decir verdades?
– Creo que sí. Yo además soy muy de Aute también, le vi muchas veces en mi vida y además tuve la suerte de conocerlo. La música y el humor te permiten decir ciertas cosas que de otra manera no puedes decir. En la Edad Media, por ejemplo, el bufón de la corte era el único que podía decir que el rey era un cornudo. Si lo decía un conde, le decapitaban. El humor siempre te permite jugar. Y la música también, utilizando recursos musicales, metáforas y palabras.
– ¿Alguna vez te has escondido tú detrás del alias de Felisuco para decir en clave de humor algo que no te atrevieras a decir de otro modo?
– No, he sido bastante inconsciente en mi vida. De hecho, Felisuco no difiere de Félix. Aunque la gente se crea que el nombre me lo pusieron en Cantabria, me lo puso Flo. El me bautizó así un día. Pero, no difiere nada uno del otro.
– Profesor de informática, actor, político, humorista e incluso, vicepresidente del Racing de Santander. ¿Cuántas veces te has tenido que reinventar a lo largo de tu vida?
– Y tenemos más currículum todavía: vendedor de coches, empresario de hostelería, camarero… Me he reinventado tantas veces como la vida me ha exigido que me reinvente. Pero uno no se reinventa porque quiere, a veces es la propia circunstancia vital la que te lleva a tener esa necesidad. Por ejemplo, cuando acabé la política me quedé absolutamente vacío y perdido. Un día después de pasar esos altibajos, dije, tengo que buscar algo que me motive para llegar a la noche cansado y feliz. Y creo que lo he conseguido. He vuelto al teatro, a los monólogos, a la música… al final la vida es caminar. Alguien dijo una vez que hay que aprender a despedirse. Uno se va despidiendo de etapas y va recibiendo otras, lo que hay que hacer es poner todo el alma en lo nuevo.
– Has llegado a ser incluso conductor de excavadoras. ¿Podría ser una alegoría de lo que ha sido la vida artística de Félix Álvarez, siempre teniendo que derribar muros y picar piedra para salir adelante?
– La verdad que sí, fui conductor de palas excavadoras, tenía pelo… De hecho yo creo que lo perdí conduciendo la pala, porque era un almacén de abonos químicos y todo el polvo que se levantaba seguro que ayudó. A mí no me gusta decir que la vida me ha sido más o menos difícil. Al contrario, creo que he tenido mucha suerte en comparación con otras vidas, de gente que conozco, amigos, familia… Y he vivido cosas que jamás pensé que podría vivir. A mí me ha dado tres besos Charlize Theron, he entrevistado AC/DC… No sé si sería como una excavadora, pero cuando he tenido que meter la pala, coger material, levantarlo y trasladarlo, lo he hecho.
– ¿Cuál dirías que es de todas esas actividades que has hecho en la vida la que más te ha enriquecido como persona y te ha hecho ser más feliz?
– Hay dos etapas en mi vida que me han hecho especialmente feliz. Una fue la etapa de El Informal. Aquella explosión que tuvimos con ese programa que era divertidísimo, no solo de ver sino también de hacer. Y luego la música. Yo tocaba la guitarra con 16 años, iba por los bares de Santander… era un cantautor triste que hacía llorar a las cebollas. La música es el lugar donde mejor siempre me he sentido.
– “Se acabó la magia”, una de tus canciones, lleva un trasfondo de crisis existencial en la letra. ¿Sientes que has perdido esa chispa que tenías?
– No. Esa canción no va por ahí. Habla de una pareja con edades muy dispares en la que se acaba el amor. Ahí se termina también la magia, la misma que un hombre con muchos años puede trasladar a veces a alguien más joven. Todo es efímero. Por eso el estribillo dice “las princesas de Disney ya no bailan en París”, no tiene nada que ver en este caso con mi parte más existencial.
– La gente piensa que un humorista tiene que estar 24 horas haciendo chistes, y se olvida muchas veces de la persona que hay detrás del artista. ¿Cómo es ese otro Félix que no vemos, y que como todo el mundo tiene también que lidiar con los problemas del día a día y con sus fantasmas?
– Soy una persona normal. Siempre fui bastante payasete, un tío divertido al que le gusta mucho la vida social y estar con los amigos. Eso sí, cada vez me quedo más tiempo en casa porque la edad va empujando. Pero soy de lo más simple, no tengo recovecos. Si hicieran un documental mío y de mi vida para Netflix no tendría mucha audiencia, porque no tengo grandes cosas escondidas de mi vida privada.
– Estamos al lado de la que fue tu casa durante muchos años, Telecinco. ¿Te invade la nostalgia al pasar cerca de aquella zona?
– Sí. Además yo viví en Tres Olivos, que está aquí al lado. De hecho me compré un piso allí con mi mujer cuando nos vinimos de Santander para estar cerca de Telecinco. No hay día en que la nostalgia no me coma el corazón. Fueron ocho años allí, todos los días de lunes a viernes sacando esta cara a la tele… Fue una etapa maravillosa.
– Mucha gente te conocimos así, al otro lado del micrófono. ¿Estás más cómodo ahora viendo la vida pasar desde el otro lado y siendo tú el entrevistado?
– No me disgustan las entrevistas ni hablar de mí, no soy para nada vanidoso. Disfruté mucho al otro lado del micrófono, sobre todo la etapa de reportero de El Informal, por toda la gente a la que tuve acceso y pude conocer. La nómina de entrevistas que hice es enorme. No hay persona de más de 40 años, famosa de este país, que no pasara por mi micrófono cuando era reportero. Así que me siento bien en los dos lados.
– ¿Y qué después de tantos años la gente se siga acordando de ti por algunos de esos programas, ¿es el mejor regalo posible que te ha dado la vida?
– Sin duda. Me acaba de pasar en el metro, que una chica se ha equivocado de dirección y la he ayudado… No me ha dicho nada dentro y cuando hemos bajado, me ha dicho gracias Félix… que la gente te recuerde y que cuando lo haga esboce una sonrisa porque le trae recuerdos de su adolescencia o de su juventud es muy agradable.
– Algunos cantantes han puesto últimamente sobre la mesa un nuevo prejuicio social que afecta a sus trayectorias, el edadismo. ¿Sientes tú también que con el paso del tiempo hay menos oportunidades?
– Yo tengo 58 años, cumplo 59 el 26 de mayo, en San Felipe Neri, patrón de los cómicos y los payasos, o sea que estaba predestinado a ser político. Me siento muy joven y vital, pero sí que es verdad que cuando vas a un concierto todo está lleno de chavales. Yo lo que procuro es acercarme a ellos y parasitarles toda la energía que da la juventud. Hay gente que me puede mirar de manera extraña porque me dedico a hacer canciones ahora cuando estoy cerca de los 60 años. Tampoco me importa mucho. Hago lo que hago ahora porque me gusta y porque tengo una edad, eso sí que es verdad, en la que después de todo lo que he vivido, solo quiero pasármelo bien.
– Has hablado antes de esa etapa adolescente en la que cantabas versiones de Serrat, Aute o Silvio Rodriguez. Sabiendo ahora todo lo que le iba a deparar la vida a ese Félix adolescente en el futuro. ¿Qué consejo le darías si le tuvieras ahora mismo delante?
– Que no dejara la música. Siempre fue lo que más me gustó y donde más disfruto es subido a un escenario. Las circunstancias de la vida me hicieron tener que tomar otros caminos… Mi consejo sería que estudie música, que aprenda a tocar bien, que lea, que se empape de poesía, pero que no deje la música nunca.
– Decidiste meterte en política porque eras un ciudadano cabreado en el sofá. Después de salir agotado de allí, ¿eres ahora un ciudadano doblemente cabreado?
– Triplemente cabreado. Es verdad que he dejado la política del todo… leo y veo lo justo en televisión porque me crispa bastante, pero también no existe otra manera de organizarse que a través de la política. Decía Churchill que la democracia es el menos malo de los sistemas para organizar una sociedad y yo creo que deberíamos ser todos un poco más políticos. Sobre todo para poder exigir a nuestros políticos que hagan aquellas cosas que dijeron que iban a hacer.
– De tu paso por la política nos queda el estatuto del artista. ¿Qué fue lo primero que sentiste cuando se aprobó en el congreso?
– A mí se me ha ninguneado en ese aspecto. He visto muchos artículos en prensa que cuando se mencionaba el Estatuto del Artista se hablaba de Eduardo Maura, de Andrés Torres Mora, de Marta Rivera… Y como poco el 60% del Estatuto lo redacté yo. No es que me lo inventara, yo me encargaba a través de las reuniones de redactar todas las normas en aquel dictamen. Luego, cuando llegó al Congreso de los Diputados en febrero del 2019 y se aprueba por unanimidad, es una de esas medallitas internas que lleva uno puesto en su alma. Como diría el emérito, me llena de orgullo y satisfacción haber estado en esa lucha con cientos y cientos de personas que participaron en ese Estatuto.
– El estatuto se actualizó el año pasado añadiendo una reforma del IRPF que contempla la intermitencia de los trabajadores de la cultura. ¿Qué es más satisfactorio para ti a nivel personal, que se aprobara gracias a tu aportación o ver como se sigue avanzando en la lucha?
– Está bien que se aprobara gracias a la subcomisión aquella. Hasta el Sindicato de Actores y Actrices cuando hicieron su gala, nos dieron un premio. Pero hay que seguir en la pelea porque hay mucha gente ahí fuera que no entiende el hecho cultural. No se trata de fabricar zapatos ni de poner una peluquería. El hecho cultural es distinto, o lo cuidas y pones un poquito de atención o si no, no existiría la cultura. Y la cultura es básicamente lo que somos y lo que podemos llegar a ser.
– Has dicho antes que lo único que le pides ya a la vida es disfrutar con tus canciones. ¿Tanto te ha desgastado la política para ser esa la única meta que te pones por delante?
– La verdad es que sí. Dejé allí siete años y los dos últimos fueron muy duros. ¿Sabes qué pasa?, que cuando uno llega a la política como yo, creyendo que es el camino que hay que utilizar para cambiar las cosas y mejorar la vida de tus compatriotas… con esa idea casi romántica, y algunos dirían que infantil y estúpida, sales escaldado. Y muchas veces es por la frustración que sientes al ver que no eres capaz de conseguir ni una décima parte de aquello que te habías propuesto. Eso te produce un desgaste psíquico y emocional que es muy difícil de manejar. Si quieres ir a la política a trabajar menos que el ginecólogo de la Campos, pues mira, vale, pero si no sales quemado.
– ¿En algún momento sentiste miedo de no ser capaz de salir del túnel?
– Sí. Hubo una etapa al poco dejar la política, cuando dejé de ser diputado en Cantabria que la pasé de una manera bastante complicada.
– En la letra de “Ojos Pardos” dices: “Aunque hayas quemado todo recuerdo malo perdonar no es olvidar. ¿Has cerrado completamente ya las cicatrices?
– Esto es de mi compañero Pablo. Yo creo que sí, he luchado mucho conmigo mismo para no crear resentimiento y culpar al mundo de los males que me pasaron en política. Es difícil, porque yo tengo información privilegiada y muchos ciudadanos no. Sería fácil vomitar toda la frustración y acusar al mundo de mis problemas. Pero no quería hacer eso, y yo creo que lo he conseguido, aunque haya sido a base de tragarme mucha bilis.
– Con todo ese bagaje que llevas a las espaldas y siendo un buen aficionado a la lectura, ¿Has pensado algún día escribir un libro con tus memorias?
– Me lo han propuesto. Tengo desde anécdotas divertidas con gente muy variopinta del mundo cultural, hasta mi paso por la política. Quieras que no, yo estaba en el Congreso de los Diputados y tenía una pantallita en el escaño 24-16 con el escudo de España que ponía excelentísimo señor Don Félix Álvarez Palleiro. Para una persona que nació en un barrio pesquero de Santander llegar, como decía Groucho Marx, de la miseria a las más altas cotas de la pobreza, sería interesante para la gente.
– Y si hicieras un balance de todo lo que has vivido, ¿Cuál dirías que es la palabra que mejor define la trayectoria profesional de Félix Álvarez: honestidad, corazón, pasión o sacrificio?
– Me lo pones en chino, porque siempre intento poner todo el corazón y si pones el corazón pones el sacrificio. Pero, sobre todo, creo que me quedaría con honestidad. Todo lo que he hecho ha sido de la manera más sincera posible. Me he equivocado, lo he hecho bien, lo he hecho mal… Habrá gente que le habrá gustado y gente a la que no. Pero siempre he procurado ser un tío honesto. Cuando acabó la política por ejemplo, podría haber seguido en otros partidos políticos. Ahora estaría cobrando 3.500 euros y trabajando una décima parte de lo que trabajo ahora pero, no, llegué con un proyecto y con ese proyecto me fui. Te guste mi cara o no te guste, he sido un tipo honesto.
– Como dice el título de otra de tus canciones, “No hay mal que cien años dure”, ¿Dirías que estás ahora mismo en tu momento más dulce a nivel creativo?
– Sin duda. Además, como no hice esto cuando lo debería haber hecho que seguramente fuera con 20 años cuando uno tiene todavía la sangre hirviendo, esa creatividad no la he quemado. En algún lugar de mí se quedó reposando. Y ahora, tengo una diarrea creativa grande. Hemos grabado 7 temas, falta uno por publicar y hay otros 5 o 6 temas en camino compuestos en casa. Esa canción, “No hay mal que cien años dure”, sí que refleja cuando dejo la política y me encuentro solo y perdido. Es la primera que compongo y sí que es un poco un acto de desnudez por mi parte.
– ¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando te pones delante de una hoja en blanco a componer?
– Nada. Quitando una vez que utilicé una historia de unos familiares para hacer una canción cuando me pongo delante del papel y cojo la guitarra no tengo ni idea de lo que va a salir. Empiezo a plantear frases, ideas que tengo y de repente hay una palabra o un juego de acordes que me llama la atención y empiezo a trabajar sobre eso.
– Uno de los momentos más virales de El Informal, fue la parodia que hicisteis del “I want to break free” de Queen. ¿Para cuándo una versión 2.0 de Poca Broma?
– No estaría mal. Fíjate tú de la voz que tenía Freddie Mercury a la que tengo yo… el pobre si levantara la cabeza me daba una paliza seguro. Es verdad que fue viral aquel vídeo que hicimos pero bueno, a Queen lo respeto demasiado como para hacer una versión de una de sus canciones. Un sketch bien, pero música es otra historia.
– El último single de Poca Broma lleva por título “En tu costado”, ¿de dónde nace esta otra canción?
– Nace de una relación pura y duramente sexual. Son encuentros entre un hombre y una mujer. De repente él se enamora y quiere ir más allá de la relación carnal. Le gustaría que esa relación avanzara pero la otra parte no está disponible emocionalmente. Por eso dice la canción “tan cerca de ti y tan lejos a la vez“.
– Tan cerca de ti y tan lejos a la vez… ¿Podría servir como reflexión para toda esa gente que queda para tomar un café y pasa más tiempo mirando el móvil que hablando de la vida?
– Ay, sí, lo del móvil cada día me cuesta más. Tenemos que mirarnos más a los ojos. Hay una prueba científica que yo creo que la gente tendría que hacer: ponerse uno enfrente del otro sin decir nada y solo mirarse. Al minuto si mantienes la mirada a una persona a la que aprecias las emociones que te llegan son terribles. Esas emociones las estamos tapando continuamente con la pantalla del móvil. A veces incluso están tan escondidas que cuando salen para afuera duelen mucho.
– Has mencionado antes a Groucho Marx. El también decía que no tenemos que tomarnos la vida tan en serio, ya que no vamos a salir vivos de ella. Si llevamos esa frase a lo musical, ¿Deberían dejar muchos artistas jóvenes de mirar tanto las cifras y disfrutar más del camino?
– Sí, pero vivimos en una sociedad donde si quieres hacer música la única manera que tienes de disfrutar el proceso e incluso vivir de esto, es que la gente te escuche. A mí me decían por ejemplo cuando estaba en El Informal que la fama era el termómetro de que mi trabajo funcionaba. Con la música pasa un poco lo mismo, si a ti la gente no te escucha es que no estás llegando, y si no estás llegando no te sientes bien. Aunque a veces que la gente no te escuche no quiere decir que no estés haciendo buena música sino que no estás encontrando el camino para llegar al personal.
– ¿Y qué sientes al ver cómo cantantes internacionales que vienen a España cuelgan el cartel de sold out con entradas de 200 euros, y que a ese mismo público le parezcan caros 20 euros por ir al teatro o apoyar a un artista nacional?, ¿por qué se valora tan poco la cultura en España?
– Son paradojas que tenemos. Miramos a nuestros ídolos de una manera exageradamente generosa. Vienen aquí, van al WiZink y lo llenan con entradas de 200 o 300 euros. Yo he pagado una barbaridad por ir a ver a Sabina en Santander, que va a la Plaza de la Magdalena en julio. Y luego, que ir a ver una obra teatro donde hay 4 o 5 personas dejándose la piel para que te lo pases bien, que cueste 20 euros y que a la gente la parezca mucho… O ir al fútbol y pagar 40 o 50 euros por ver un partido que puede ser bueno o no, que puedes salir feliz o muy cabreado porque tu equipo la ha liado parda no es caro. Son paradojas. Se llama mercado.
– Hace poco presentamos una canción de Vicky Gastelo, cuyo videoclip lo había grabado en los Campos de Sport de El Sardinero. ¿Tocar allí podría ser uno de los pocos sueños que te quedan por cumplir?
– He cantado allí. Una chica que se llamaba Aroa hizo una canción al Racing y canté con ella antes de que empezara un Racing – Barcelona. No esta mal. El sueño que tengo más que el campo del Racing es la Plaza de Toros de Santander, porque es donde yo iba de joven a los conciertos. Allí vi a Radio Futura, a El Último de La Fila… Para mi es el recinto musical de referencia en Santander. Todo se andará.
– Más allá de lo musical, desde hace algunos meses interpretas en el teatro una versión del clásico “La Cena de los Idiotas” dirigida por Josema Yuste, ¿Qué te aporta a nivel personal la comedia que no te aporta la música y viceversa?
– El teatro te da la capacidad de ser otra persona, de vivir otra vida. La música en cambio eres tú con tus canciones. Ahí todos los componentes, los seis, cuando tocamos sabemos que estamos reflejando nuestras vivencias. Sin embargo en el teatro no, haces un personaje y no eres tú en ese momento. Y eso es maravilloso, porque es una terapia de evasión de ti mismo que de vez en cuando viene bien.
– Es la segunda vez que interpretas esta obra en el teatro. De la primera hace ya más de una década, ¿en qué dirías qué más has cambiado con el paso de los años?
– Soy mucho más paciente y constante, más permisivo. Y sobre todo soy más empático con el resto de la gente. Creo que la edad me ha dado la capacidad de entender las emociones de la gente. Veo cuando una persona está triste, empatizo con ella y procuro compartir su tristeza, pero también cuando es la alegría la que nos rodea, procuro compartirla y que se contagie a todo el mundo.
– La cena de los idiotas es una lección para todos aquellos que menosprecian a sus semejantes por sentirse superiores. ¿Has vivido muchas situaciones así a lo largo de tu vida?
– Sí, sobre todo en política. He encontrado personas que se creían con una capacidad intelectual o de análisis muy superior al resto de la gente. Luego eran auténticos imbéciles y auténticos idiotas emocionales.
– El mantra de la cena de los idiotas es “Ríete conmigo, pero no de mí”. ¿Podría ser ese el mejor broche para poner el cierre a la entrevista?
– Sin duda, ríete conmigo. Lo primero que uno tiene que hacer para que tú te rías conmigo es que yo me ría de mí. Si yo me río de mí y te invito a que nos riamos de mí los dos, y que luego nos riamos los dos de los dos, habremos triunfado en el humor.
– ¿Algo que quieras añadir y que te haya faltado por decir?
– Nada más, he estado muy a gusto. Ha sido un auténtico placer, nos vemos en los escenarios y que viva la música.